El hombre conducía por un camino rural y vio un automóvil estacionado al costado del camino. Allí, encorvada, estaba sentada una mujer que parecía preocupada. Así que el joven decidió detenerse y ayudarla.
La mujer se alarmó cuando un extraño se le acercó. ¿Qué tiene en mente? ¿Había alguien dispuesto a acudir en su rescate?
Pero como no podía arreglar la rueda por sí misma, no tenía otra opción. La señora le dio al hombre la rueda de repuesto y él la cambió muy rápido.
La mujer agradeció al chico y se ofreció a pagarle por su trabajo. Pero no consideró adecuado cobrarle por su ayuda. Le dijo a ella:
«Piensa en mí cuando veas a alguien necesitado. Piensa en Brian Anderson y devuélvele el favor.»
El hombre se fue. Y la anciana quedó tan impresionada por la amabilidad de este hombre que se sintió mareada. Luego subió a su Mercedes, condujo un poco por la carretera y se detuvo frente al restaurante.
Allí fue recibida por una mesera sonriente y le ofreció una toalla para secarse el cabello empapado por la lluvia. Y entonces la anciana notó que la mesera estaba avanzada en su embarazo. Debía de estar muy cansada, pero a pesar de eso parecía la persona más agradable del mundo.
La anciana pidió limonada y se la bebió rápidamente. Entonces recordó a Brian Anderson. Pagó su bebida con un billete de $100, y cuando la camarera fue a cambiar el dinero, salió rápidamente del restaurante y se fue.
La camarera vio una nota escrita en una servilleta:
«Un hombre muy amable me ayudó en mi camino, ahora te estoy ayudando a ti». Dentro de la servilleta había otros $400.
La cabeza de la camarera estaba dando vueltas. Tendría un bebé el próximo mes, y estas próximas semanas prometían ser muy difíciles. Dobló los billetes, los guardó en el bolsillo y terminó su turno.
Unas horas más tarde, la camarera finalmente llegó a casa. Se subió a la cama y, pensando en la suerte que tenía, se inclinó hacia su esposo, lo besó en la frente y le dijo: «Te amo, Brian Anderson».